El anunciado viraje en las tradicionales posturas estadunidenses ante la añeja confrontación que tiene lugar en el antiguo protectorado británico de Palestina puede calificarse de histórico: nunca antes, desde 1952 –cuando el gobierno de Dwight D. Eisenhower amenazó a Tel Aviv con suspender toda la ayuda económica y militar que recibía de Estados Unidos si no paraba su ofensiva militar contra el Sinaí–, un presidente estadunidense había confrontado de manera tan clara las políticas de transformación demográfica que el Estado judío practica en la Jerusalén oriental, en Cisjordania y los Altos del Golán, territorios que, de acuerdo con la legalidad internacional y la realidad histórica, no le pertenecen.
Si Obama logra mantenerse firme en este punto, el gobierno que encabeza Benjamin Netanyahu se verá obligado a detener el robo de tierras palestinas por la vía de la construcción de enclaves para sus connacionales en Cisjordania y Al Qods, nombre árabe de la porción oriental de Jerusalén. Con ello se allanaría uno de los factores principales que imposibilitan la reactivación de un diálogo entre ambas partes, orientado a lograr una solución definitiva al conflicto. Cabe recordar que esos asentamientos, vallados y dotados de caminos exclusivos para ciudadanos israelíes, no sólo constituyen un despojo a todas luces inadmisible sino que hacen imposible la vida cotidiana de los palestinos en su propia tierra, pues interrumpen la continuidad territorial de Cisjordania y obligan a los habitantes árabes de ese territorio ocupado a realizar rodeos de varias horas para transitar entre localidades contiguas, o incluso para ir de sus casas a sus sembradíos.
Con esas y otras incertidumbres por delante, es pertinente, sin embargo, saludar el viraje emprendido por Obama con respecto a las posturas de su antecesor, George W. Bush, quien dio respaldo y cobijo totales a las prácticas criminales de Tel Aviv contra la población palestina. De hecho, durante los dos periodos de Bush el gobierno israelí implantó todos los asentamientos que quiso en tierras ajenas, emprendió una política de demolición contra la ANP que presidía el extinto Yasser Arafat, se quedó, de esa manera, sin interlocutor real en el lado palestino –de hecho, Mahmoud Abbas, sucesor de Arafat y contraparte formal de Washington y de Tel Aviv, carece de respaldo significativo entre su pueblo–, y llevó su impunidad criminal hasta la masacre de civiles inermes en diversos puntos de Cisjordania y Gaza; de hecho, a principios de este año, ya en los estertores de la administración Bush, las fuerzas armadas israelíes asesinaron a cientos de habitantes de Gaza, muchos de ellos niños, ante el horror impotente de la comunidad internacional.
Estados Unidos es el único país que puede poner un alto al expansionismo y al constante atropello israelí, y si Obama lo consigue, habrá realizado un aporte invaluable a la causa de la paz en Medio Oriente. Cabe esperar que así sea.
COMENTARIO
Paz en Medio Oriente
Jorge Grosz
Primero, estimado editorialista, me voy a permitir hacer una corrección histórica dentro de todos los embustes y verdades muy a medias, que su articulo comparte. La presión a Israel, por parte de los EU con Ike, sucedió en 1956,después de la guerra Del Sinai, que duro 100 hrs. que fue provocada por Nasser, cuando cerro a la negación de barcos de Israel los estrechos de Tiran, arguyendo que eran "territorio egipcio", al mismo tiempo, fuerzas anglo-francesas tomaron el Canal de Suez. Israel se retiro del Sinai y el canal de Suez, con un tratado a la libre negación y fue, entonces, cuando las fuerzas de la ONU se quedaron en la frontera hasta 1967, cuando, nuevamente Nasser, volvió a bloquear el estrecho de Tiran y a expulsar a las tropas de la ONU, lo cual volvió a propiciar una nueva guerra, la del 1967. Otro punto que llama la atención, es la defensa a ojos cerrados de los llamados palestinos, que en su mayoría esposan y defienden los mas sagrados galardones de la democracia.
Información Estraida de:
http://www.jornada.unam.mx/2009/05/29/index.php?section=opinion&article=002a1edi